Una mentira y miles de verdades2020-06-01T23:00:35+00:00

UNA MENTIRA Y MILES DE VERDADES

El libro “La verdad de una mentira”  no fue producido ni editado desde los cánones que el trabajo de investigación académica requiere.

Visualizaciones por Jason Martínez de Salud con Lupa, adaptado por Edgar Huaranga de Hiperderecho

Aquellos que se quedaron afuera del auditorio reclamaban con gritos y pifias poder entrar. Era la tarde del 4 de agosto de 2017 y María Cecilia Villegas exponía su libro ‘La verdad de una mentira’ en la Feria Internacional del Libro de Lima. Era el día en que ella tenía que exponer su promesa: contar «la verdad» o desmentir los supuestos «mitos» acerca de las esterilizaciones forzadas en Perú, el más masivo crimen de Estado cometido contra las mujeres en las Américas. También afuera, pero en Facebook y Twitter, el hashtag #LaVerdadEsUnaSola comenzaba a compartirse tanto por detractores como por seguidores de Villegas. Entre todo el barullo, alguien tenía que estar mintiendo.

“Esto es una investigación académica”, dijo Villegas en una entrevista televisiva una semana después de la presentación del libro. “Yo soy analista política y soy académica”, dijo sobre sí en la misma entrevista. “La idea es contribuir al debate de políticas públicas sobre la base de evidencia”, dijo en otro medio aquellos días, “lo que se ha buscado con el libro es hacer un análisis serio de política pública para entender las causas de que esto ocurra y poder transformar los servicios de salud del país”. Academia, evidencia, análisis serio. Palabras enunciadas por María Cecilia Villegas que construyen su identidad. Palabras que aparenta denunciar en los espacios que los medios de comunicación afines le han ofrecido. Palabras sólidas, palabras que pretenden dejar afuera la duda. Palabras que revisten de autoridad a quien las pronuncia y, en casos como este, pretenden deslegitimar los testimonios de muchas afectadas y académicas de trayectoria.

María Cecilia Villegas fue insistente en todos aquellos medios y repitió en cada entrevista y en cada columna tres argumentos básicos, como tres pilares de concreto para una lógica resbaladiza: 1) que el “eslogan” de las 300 mil esterilizaciones forzadas es un mito, 2) que la responsabilidad de las esterilizaciones sin consentimiento legítimo es exclusiva de los médicos, y 3) que los grupos de derechos humanos y feministas se han unido de manera contranatural a la Iglesia Católica para oponerse contra Alberto Fujimori creando el mito de las esterilizaciones forzadas. La repetición no es suficiente para convertir algo en cierto, pero sí es uno de los mecanismos preferidos de la posverdad –que María Cecilia Villegas paradójicamente nombraba con frecuencia en su libro y entrevistas– y que consiste en saturar al espectador.

Antes, durante y después de la presentación del libro, así como en las páginas del mismo, María Cecilia Villegas es quien se reviste de autoridad. Perú21, El Comercio, La República, RPP, Willax Televisión, Canal N, Buenos Días Perú, El Montonero, Chicharrón de Prensa y el canal del Congreso de la República del Perú le otorgaron un lugar para hablar de su libro. Los tres diarios escritos, Perú21, El Comercio y La República, además, le invitaron a escribir una o varias columnas sobre el libro (María Cecilia Villegas mantuvo hasta diciembre de 2018 una columna semanal en Perú21), y lo mismo hicieron otros columnistas de los tres medios: Perú21 la defendió en varias de ellas, La República la criticó, y Gestión y El Comercio hicieron ambas cosas.

En la dinámica de su discurso, si María Cecilia Villegas es quien se reviste de autoridad, las que se ven deslegitimadas son las miles de mujeres que han denunciado el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar desde sus inicios en 1995. Este libro es un instrumento tangible –cabe destacar que este libro fue presentado por la defensa en la investigación fiscal del caso– que intenta desacreditar sin éxito el firme testimonio de aquellas mujeres. En la página 31 del prólogo, la autora dice que “El registro formal [REVIESFO] cuenta con alrededor de 1700 personas que se consideran víctimas de las esterilizaciones forzadas, en su mayoría mujeres. Lo que no se dice, es que, quienes han utilizado el mito de las esterilizaciones forzadas, utilizan también el incentivo de una reparación económica”. En aquellas breves líneas, la autora no solo falla en la cantidad de mujeres inscritas en el Registro de Víctimas de Esterilizaciones Forzadas -que para noviembre de 2018 superaba los 7,000 de personas inscritas, más del 90% de ellas mujeres (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2018)-, sino que difama a las denunciantes de hacerlo por un interés económico. Cabe recalcar que el Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar (1996-2000) fue un programa de control demográfico antes que uno de planificación familiar. Este puso por delante una visión maltusiana de la salud pública en la que el interés económico primó por sobre los derechos de miles de mujeres descendientes de pueblos originarios.

El proyecto ( La Madre ) presenta aquí la lectura de ‘La verdad de una mentira. El caso de las trescientas mil esterilizaciones forzadas’, mediante dos entregas. La primera -que fue originalmente publicada en noviembre de 2019- demostrará un análisis formal del libro, mientras que la segunda analiza su contenido. Ambas partes comprobarán que el libro no es académicamente adecuado –según la definición de “Academia” que la misma autora maneja– ni en forma ni en contenido, que no desmiente los mitos que supuestamente denuncia y que, al contrario, es un claro ejemplo de negacionismo. “Yo creo que, si la gente se tomara la molestia de leer mi libro, encontraría que hay más coincidencias, entre aquellos que queremos promover la institucionalidad y lograr un mejor país para todos los peruanos, que diferencias”, dijo Villegas. Eso hicimos. Leímos el libro.

–ASPECTOS FORMALES–

Son cinco los aspectos formales que ( La Madre ) ha tomado en cuenta al realizar el análisis de fact-checking del libro “La verdad de una mentira” (Villegas, 2017), en esta primera sección: normativa gramatical, citas, pies de página, bibliografía, y tablas y gráficos. Nuestro análisis ha determinado un manejo pobre de cada uno de esos aspectos. A continuación, la siguiente visualización permite al usuario desplazarse por cada una de las páginas del libro. Cada página ha sido simulada de modo que evidencie la ubicación de cada uno de los errores y falacias. Es simple: solo tiene que arrastrar el rectángulo rojo hacia la página que desea visitar:

El lenguaje académico es un lenguaje con poder. Es un lenguaje que aspira a ser estándar, en vez de estar marcado por singularidades; quiere ser universal y no local; requiere de formalidad; prefiere el formato escrito en lugar del oral; y, en nuestro idioma, obedece la normativa de la Real Academia Española. Es un lenguaje que enviste a quien lo usa de la posibilidad no solo de ser escuchado o leído, sino de ser un sujeto digno de credibilidad; y, en el sentido opuesto, desprovee de esta posibilidad a quien no lo utiliza. En la exposición mediática que realizó María Cecilia Villegas de su libro, ella no discutió sobre el academicismo, sino que se enunció como poseedora de este: “En los últimos seis años, he realizado una investigación académica desde la óptica de las políticas públicas sobre el Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar implementado en el Perú entre 1996 y el año 2000”, dijo Villegas en su Twitter días antes de presentarse en la Feria Internacional del Libro de Lima. Sin embargo, el análisis de ( La Madre ) demuestra que las páginas que presentó la abogada no constituyen un trabajo académico. Los más de setenta errores de normativa (49 errores de tildes, 9 de concordancia, 14 de ortografía, entre otros) son solo el inicio de una sospecha que se comprueba a medida que se lee el libro: que no fue producido ni editado desde los cánones que el trabajo de investigación académica requiere. La pregunta urgente, no obstante, no tiene que ver con la ortografía o la excelencia académica de María Cecilia Villegas, sino con cómo y por qué se permite que un libro, que no cumple siquiera con los requisitos formales básicos exigidos en cualquier tesis universitaria, adquiera la voz de autoridad -y hasta haya sido presentado por la defensa en la investigación fiscal del caso-, mientras que la verdad de miles de mujeres sigue sin encontrar credibilidad -y justicia- desde hace más de veinte años.

Quién dice qué es lo que prueba mi verdad. En el periodismo y en la Academia, así como en la vida, las palabras de otros confieren solidez a las nuestras. Encerramos frases entre comillas, apellidos y años entre paréntesis, y la palabra escrita cobra importancia, porque el uso de determinados signos ortográficos construye la formalidad. Las investigaciones académicas suelen ser un coro de distintas voces donde el autor, más que un genio original, juega el rol de maestro de orquesta. En un mismo libro, por eso, hay muchos libros. Dentro del libro, la convención dicta ciertas maneras de reconocer frente a los lectores que las ideas que están leyendo han sido inspiradas por o simplemente son de otros. Se usan referencias parentéticas (esas donde se incluye el apellido del autor, el año, la página del libro), los pies de página y una lista bibliográfica. María Cecilia Villegas, abogada graduada de la Universidad de Lima, magíster en Leyes por la Universidad de Duke y en Políticas Públicas Internacionales por la Escuela de Estudios Internacionales (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins (según su biografía en la página de la editorial Planeta), conoce esto bien: “yo soy analista política y soy académica”, dijo en una entrevista en el noticiero Buenos Días Perú. En las páginas de su libro hay 103 referencias parentéticas. Sin embargo, no se menciona la página de la obra a la que hace referencia en ninguna de ellas y quince de las fuentes supuestamente citadas no aparecen en la bibliografía; todo lo cual dificulta la comprobación de la fuente. Si debajo del signo ortográfico no hay nada, la formalidad, que es el refugio de María Cecilia Villegas, se quiebra. De las 103 referencias parentéticas, solo 39 no presentan ningún problema; más de la mitad, sí .

Según el Manual de Estilo de la Modern Language Association (MLA), el uso de pies de página no debe ser extenso, ni demasiado explicativo, ni digresivo. Cuando se usan correctamente, funcionan como notas bibliográficas en las que el autor agrega otras publicaciones que el lector puede consultar. También, se pueden utilizar como breves notas explicativas sobre información adicional que no se puede colocar en los párrafos. En ‘La verdad de una mentira’, la autora utiliza 53 pies de página. De ellos, solo 21 son utilizados según uno de los usos que permite la MLA: el de nota explicativa. El resto consiste en dos grupos. El primero es el de las 32 referencias bibliográficas, que presentan distintos errores como no encontrarse en la bibliografía, no consignar el apellido correcto de los autores, adjuntar enlaces que ya no funcionan, no agregar el año o fecha de la publicación, tampoco indicar el número de página; todo lo cual dificulta la verificación de la información. De las 32 referencias bibliográficas, solo cinco no presentan ningún problema y son comprobables. El segundo grupo consiste en dos citas, pero ninguna de las dos puede ser verificada, pues la primera no aparece en la bibliografía y la segunda no consigna el número de página. De las 21 notas explicativas, que corresponden a un uso correcto según la MLA, 12 contienen uno o varios de los siguiente errores: no aparecer en la bibliografía, no mencionar la fuente de la información provista, no ser información especializada, no consignar la página de donde proviene la información, confundir años de informes. De las 21 notas explicativas, solo nueve no presentan ningún error y pueden ser verificadas, aunque algunas de ellas sean obvias o bien podrían ser agregadas a los párrafos principales del texto.

Una bibliografía académica no cumple la regla de menos es más. Distintos formatos -APA, MLA, IEEE, otros específicos de cada universidad, etc.- solicitan a quienes escriben un texto académico que agreguen todos los datos posibles que describan a todas sus fuentes para que, luego, estas puedan ser verificadas o consultadas por otros. La escritura de una bibliografía, a pesar de parecer una tarea casi mecánica y simple, puede convertirse es uno de los pasos más importantes y exigentes de una investigación académica. En Internet, por ello, existen diversas herramientas que ayudan a personas de todo el mundo a elaborar sus bibliografías. Incluso Word sabe que necesitamos ayuda. Para citar un libro y luego agregarlo a nuestra bibliografía, Word nos pregunta por el nombre del autor o autores, por su título, año, ciudad de publicación, país, editorial, editor, volumen, traductor, número de página, número de edición, día -mes y año- de consulta, URL, etc. Por todo esto, en la universidad, algunos estudiantes sepultan sus trabajos bajo largas listas de títulos en los anexos. Una bibliografía extensa puede ser una manera de comprobar el conocimiento previo sobre un tema. María Cecilia Villegas enumera 120 fuentes en la bibliografía de este libro. Sin embargo, 45 de ellas no son citadas en las páginas anteriores. Es decir, no hay manera de comprobar que las utilizó. De aquellas que sí son mencionadas, solo dos están adecuadamente agregadas en la bibliografía; todas las demás presentan aunque sea un problema. Esto quiere decir que, de 120 fuentes, solo el 1.6% de las fuentes de la bibliografía son utilizadas y están correctamente enlistadas para su verficación y consulta.

“Yo lo que he hecho es un análisis de política pública que busca contribuir al debate basándonos en evidencia”, dijo María Cecilia Villegas en El Montonero. En los anexos, hay 13 tablas. Dos de ellas no se utilizan en las páginas previas y solo dos de ellas no presentan problemas formales o conceptuales. Algunas tablas no tienen título, algunas no tienen año, algunas no tienen fuente. Una tabla pretende dar información sobre departamentos del Perú, pero faltan algunos de ellos y uno aparece enlistado dos veces. En otra tabla hay un dato que no se corresponde con el que antes cita en el libro. Las tablas que deberían apoyar la tesis –la evidencia– de María Cecilia Villegas son un soporte débil. Peor aún lo son los gráficos: de un total de 10, todos presentan uno o varios problemas. La mitad de los gráficos (el 1, 3, 4, 5 y 9) no se mencionan en el libro y no puede comprobarse si han sido utilizados por la autora para su investigación. En cuanto al resto, la titulación de las columnas del gráfico 2 parecen ser una errata; el gráfico 6 no tiene título, no especifica en qué periodo temporal enmarca los datos, no tienen una unidad de medición y no se señala el título de la fuente de la que proviene la información; el gráfico 7 consiste en una imagen pixeleada que sugiere una imagen copiada y pegada, y que no especifica la publicación de dónde obtuvo sus datos; el gráfico 8 no señala el periodo temporal en el que se enmarcan los datos, presenta algunos redondeados al alza (sin decimales) y otros no, y le falta colocar uno de los porcentajes; y, finalmente, el gráfico 10 no explica por qué ha dividido los años de la manera en que lo ha hecho, por lo que resulta incoherente.

–ASPECTOS DE CONTENIDO–

( La Madre ) seleccionó cuatro aspectos de contenido al realizar el análisis de fact-checking del libro “La verdad de una mentira” (Villegas, 2017). En primer lugar, se abordaron las acusaciones que la autora realiza en el libro en contra del movimiento feminista peruano. En segundo y tercer lugar, se analizaron dos partes del “mito” que la autora promete desmentir: que las esterilizaciones fueron forzadas y que fueron masivas. Finalmente, en último lugar, ( La Madre ) analizó las incurrencias de plagio en todo el libro y sus diferentes niveles de gravedad. A continuación, la siguiente visualización permite al usuario desplazarse por cada una de las páginas del libro. Cada página ha sido simulada de modo que evidencie la ubicación de cada uno de los errores y las falacias. Es simple: solo tiene que arrastrar el rectángulo rojo hacia la página que desea visitar:

María Cecilia Villegas, en su libro ‘La verdad de una mentira’, acusa al movimiento feminista de haber apoyado a Fujimori cuando le fue políticamente conveniente, y luego de aliarse con la Iglesia Católica para denunciar la política de Estado detrás del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar. Ninguna de las dos afirmaciones son ciertas. El movimiento feminista nunca se alió con la Iglesia Católica, ni la Iglesia con el movimiento feminista. Una parte del movimiento feminista apoyó a Fujimori cuando anunció la creación de su Programa en Beijing (Ballón, 2014b). También, el movimiento feminista se demoró en tomar parte y unirse a las denunciantes indígenas, las razones para ello fueron perder los derechos ganados y que su denuncia fuera interpretada como una alianza con la Iglesia Católica (Ewig, 2006; Stavig, 2019). Sin embargo, las denuncias del movimiento feminista se basaron en los derechos humanos, indígenas, y de la mujer, no en una moral conservadora que atenta contra la autonomía de las mujeres (CLADEM, 1999; CLADEM, 1998; Getgen, 2009; Ewig, 2006; Boesten, 2007; Stavig, 2017, 2019).

Villegas también argumenta que el programa de Fujimori “[…] no fue una creación del fujimorismo, siguió los lineamientos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo en 1994” (Villegas, 2017, p. 22). Aún siendo cierto que la Conferencia de Cairo fue un punto clave en la historia en el empoderamiento de la mujer y de los derechos reproductivos, su Plan de Acción no reflejó estas aspiraciones progresistas (Petchesky, 1995; Hodgson y Watkins, 1997). El Plan de Acción fue influido y escrito en parte por entidades neo-Malthusianas que ligaban la planificación familiar al control de población y al desarrollo, no a la autonomía de la mujer (Hartmann, 2008). Así que no es sorpresa que el Programa Nacional de Fujimori hiciera lo mismo.

Villegas acusa a las feministas de haber cerrado el acceso a la esterilización con sus denuncias (Villegas, 2017, pp. 57, 130, 134). Sin embargo, la esterilización no es el anticonceptivo de preferencia entre mujeres rurales e indígenas (Yon, 2000, 2015). Villegas enfatiza esta supuesta necesidad recurriendo al estereotipo manido de la mujer andina sometida a su marido, pero se ha encontrado que los hombres andinos están dispuestos a usar anticonceptivos modernos siempre y cuando estén involucrados en el proceso (Boesten, 2007, p. 11-12) Villegas presenta a las mujeres como víctimas de sus circunstancias, víctimas de sus maridos, víctimas de las feministas, como si la única conclusión posible es que Fujimori fue su salvador. Nada más lejos de la realidad, como se puede observar en las investigaciones de ( La Madre ).

A lo largo de ‘La verdad de una mentira’, su autora, María Cecilia Villegas omite, tergiversa y niega la información que se tenía al momento de la publicación del libro acerca de los abusos cometidos por el Estado peruano en la aplicación del Programa Nacional de Salud Reproductiva y Planificación Familiar – PNSRPF (1996-2000). ¿El objetivo? El intento de demostrar que las esterilizaciones forzadas practicadas a 272,028 (92.5%) mujeres y 22,004 (7.5%) varones (Informe Defensorial 69, 2002:136) en territorio peruano constituyen un mito:

  1. Afirma que el diseño del PNSRPF siguió los lineamientos de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo – El Cairo, 1994.
  2. Afirma que la Defensoría del Pueblo elaboró cuatro informes sobre las afectaciones del PNSRPF debido a las denuncias y críticas de la Iglesia Católica en Perú.
  3. Afirma que DEMUS, CLADEM y APRODEH no presentaron evidencia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos que demuestre que la señora Mamérita Mestanza Chávez fue coaccionada, forzada u obligada a llegar al hospital para ser esterilizada.
  4. La autora minimiza la promoción de Anticoncepción Quirúrgica (AQ) sobre otros métodos anticonceptivos.
  5. Ignora que el Estado estableció cuotas de AQ al personal de salud, como parte del PNSRPF.
  6. Generaliza y asume que las mujeres dieron su consentimiento explícito para la AQ.
  7. Villegas analiza el PNSRPF como un programa homogéneo, ignorando que tuvo etapas de implementación marcadas por los diversos protocolos que se generaron.

Las investigadoras del proyecto ( La Madre ) han analizado el contenido bajo la metodología de fact checking. Estas son las conclusiones::

  1. Villegas omite que el PNSRPF no aplicó los lineamientos de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo – El Cairo (1994) en la práctica.
  2. El libro presenta información parcial, pues la Defensoría del Pueblo elaboró cuatro Informes debido a la cantidad de denuncias de víctimas sobre esterilización forzada durante la aplicación del PNSRPF.
  3. Omite que el Estado Peruano tiene una Solución Amistosa ante la CIDH (2003) en la que reconoce la esterilización forzada en el caso de Mamérita Mestanza debido a las evidencias presentadas de acoso domiciliario y coacción.
  4. Villegas omite que la AQ fue el método conceptivo más promocionado en comparación con otros, que en muchos casos no se ofrecían porque no había disponibilidad y/o porque se tenían que cumplir con las cuotas de AQ.
  5. Villegas omite que el personal de salud estaba obligado a cumplir con las cuotas de AQ, de lo contraria se podrían enfrentar a despidos o sanciones.
  6. Villegas no reconoce la importancia del proceso de otorgar un consentimiento informado y legítimo: brindar la información de manera comprensible, sin condiciones, sin amenazas, sin los efectos de la anestesia, etc.
  7. Villegas no reconoce que se publicaron diversos «Manuales de norma y procedimientos para actividades de AQV» en el periodo que duró el PNSRPF con modificaciones en base a sugerencias de la Defensoría del Pueblo. En los cuales se incorporó la importancia del consentimiento.

El análisis de ( La Madre ) demuestra que los argumentos que presentó la autora del libro constituyen un trabajo sesgado sin argumentación ni verificación sólida que pretende pasar por académico. De este modo, las falacias expuestas constituyen en el análisis del libro una prueba irrefutable: que fue producido desde las canteras de un discurso negacionista. Es decir, que niega –apoyada en la creación de controversia–, la contundente realidad basada en hechos fácticos, es decir, de evidencia verificable, acerca de las esterilizaciones forzadas.

No fueron masivas. Esta es una de las afirmaciones realizadas a lo largo del libro ‘La verdad de una mentira’ de María Cecilia Villegas. La abogada toma el número de denuncias procedentes según la Defensoría del Pueblo, de personas inscritas en el REVIESFO, de esterilizaciones como método anticonceptivo en comparación a otros métodos modernos utilizados, y la colusión entre grupos feministas y católicos para negar, ya no la inexistencia de casos de esterilización forzada bajo el gobierno de Alberto Fujimori, sino su elevado número.

Estos argumentos están presentes a lo largo del texto; sin embargo, la autora no logra demostrar su veracidad y su papel en la creación del supuesto mito de que las esterilizaciones forzadas fueron masivas.

Primero, la autora realiza un recuento desordenado de los tres informes de la Defensoría del Pueblo. Además, explica a qué se refiere la Defensoría cuando determina que una AQ fue realizada sin consentimiento y, pasa por alto, elementos claves como las quejas que hacen referencia a la ausencia de periodo de reflexión.

Tampoco analiza las cifras de REVIESFO, sino que las menciona brevemente y de manera errónea (dice que fueron 1,700 para cuando publicó su libro), minimizando así el número y omitiendo la importancia de este registro. Tampoco explica que este Registro se mantiene abierto, por lo tanto aún no hay una cifra oficial. A noviembre de 2018, se contaba con más de 7,000 casos.

En tercer lugar, Villegas omite que para determinar el número de usuarias por método anticonceptivo es necesario utilizar el factor de Años Protección Pareja – APP. Así se observa que, según data del MINSA en 1996 y 1997, las AQs femeninas y los dispositivos intrauterinos fueron los métodos más fomentados por parte de los y las profesionales de salud.

Finalmente, la autora presenta y no prueba una supuesta colusión, al relatar las veces en que la Iglesia católica expresó su desacuerdo contra las políticas de planificación familiar y mencionar que algunas organizaciones denunciaron al Estado por el caso de Mamérita Mestanza.

En conclusión, los argumentos utilizados por María Cecilia Villegas para sostener que las esterilizaciones forzadas no fueron masivas no solo son frágiles, ligeroz e irresponsables, sino que en algunos casos se asientan sobre incorrecciones, quedando así despojada de veracidad tal afirmación.

El libro de María Cecilia Villegas, ‘La verdad de una mentira’, es un patchwork de recortes de prensa, jirones de informes, algunas estadísticas, y retazos de lo ya dicho y escrito por otros. Todo dato debe ser tomado con pinzas, pues, en este trabajo de corte y confección, María Cecilia Villegas suele tomar la parte que le sirve y desechar la que no, de modo que la información, desmembrada de su cuerpo y su contexto, pasa a ser sospechosa por defecto.

A la sucesión de declaraciones, números y documentos públicos cuidadosamente recortados, se suma una laxitud remarcable a la hora de seguir cualquier pauta de referenciación. A veces hay comillas, a veces hay comillas en lugares incorrectos, a veces hay referencias parentéticas casi siempre imprecisas y la constante a lo largo de todo el libro es la incoherencia a la hora de citar. No hay un criterio sino muchos, que impiden que el lector pueda encontrar y contrastar con facilidad la fuente original. De manera que acerca de varios fragmentos ubicados como plagio, la abogada tendría argumentos aunque débiles para afirmar que no tomó el texto de otros, así la autoría sea poco clara para el lector, ya fuera un acto intencional, una torpeza o pura chapucería.

Los fragmentos detectados como plagio se caracterizan, en su mayoría, por la inexactitud de las citas o imprecisión en la fuente y autoría. Por ejemplo, las páginas 114 a 117 están escritas con fragmentos de los Informes de la Defensoría del Pueblo números 7, 27 y 69. El nombre de estos documentos públicos no está oculto, pero sí hay una omisión deliberada de las marcas gramaticales y ortográficas que permiten al lector vincular la información con la fuente. Es decir, a menos que el lector compare –como lo ha hecho ( La Madre )– el documento original con el texto de Villegas, no sabrá que la fuente no es Villegas sino una institución pública.

Más grave incluso son los casos en los que la autora omite partes de la cita o añade otras. Por ejemplo, en la página 35 omite “violación de derechos” cuando escribe “el Estado peruano reconoció su responsabilidad en el caso de María Mamerita Mestanza Chávez”. En la página 85 añade “y congresistas” a la lista de denunciantes del programa original de Maruja Barrig. La manipulación de la forma según su conveniencia –un patrón en el trabajo de Villegas– es especialmente grave en ejemplos como el de las páginas 27 y 28, en donde toma fragmentos escritos y citados por  Barrig, (es decir, también plagia la estructura) no solo sin referenciarla correctamente sino omitiendo partes que descontextualizan los argumentos, postura e hipótesis de la autora.

En definitiva, el rigor académico con el que la autora quiere dotar de valor a sus argumentos es cuanto menos cuestionable, como cuestionable y dañino es afirmar que las esterilizaciones forzadas en el Perú de los 90 son un mito.