Fotografía: Elías Navarro (La República)

Héctor Chávez Chuchón:

El primer congresista que denunció

El médico y excongresista ayacuchano impulsó una de las primeras investigaciones por las esterilizaciones forzadas ocurridas durante el régimen fujimorista. Su hipótesis, entonces como ahora, es que lo ocurrido califica como un genocidio: un proceso de violación de derechos humanos sistemático, a gran escala y focalizado en poblaciones andinas y amazónicas pobres. Veinte años después, su testimonio permite recuperar detalles relevantes para entender el caso.

*La presente entrevista forma parte del Proyecto ( La Madre ), integrado por académicos y periodistas que se han unido para investigar el crimen de las esterilizaciones forzadas: Alejandra Ballón (EHESS, PUCP), Melissa Goytizolo (La República), Ana Muñoz (periodista independiente) y Natalia Sánchez (periodista independiente).

Por Melissa Goytizolo (La República) y David Hidalgo (Ojo Público),
para el Proyecto ( La Madre ).*

Desde Huamanga, Ayacucho

En la segunda mitad de los años noventa, el médico peruano Héctor Chávez Chuchón denunció un crimen masivo que ha marcado la historia del Perú. En esa época, Chávez trabajaba en el Hospital Regional de Ayacucho y era presidente de una federación que agrupaba a 200 médicos de tres regiones andinas. Un día recibió la información de que colegas suyos de Huancavelica, la zona más pobre del país, estaban siendo obligados a esterilizar mujeres y hombres por la fuerza. Según esa versión, el gobierno les había impuesto cuotas mensuales de personas a operar a riesgo de ser despedidos si no alcanzaban la meta. Chávez Chuchón reunió evidencias y reveló el caso a la prensa en el año 1997. Incluso, en Febrero de 1998, llegó a exponerlo ante una subcomisión del Congreso de Estados Unidos que decidió investigar posibles vínculos con ese país. La única consecuencia de entonces fue su despido. Tiempo después, con el retorno a la democracia, pudo investigarlo ya como congresista en el año 2001. Su informe parlamentario (presentado en agosto del 2002) recogió historias de mujeres que murieron o perdieron bebés a causa de la intervención forzosa. También evidencias de que se trató de un crimen que presuntamente implicaba a varios ministros y al expresidente Alberto Fujimori.

“Desafortunadamente, esto ha quedado en el olvido. Y no me parece justo. No es ético y tampoco es humano”, dice ahora el médico, sentado en un ambiente del Hospital Regional de Ayacucho, el mismo escenario donde ocurrieron algunos de esos abusos. “Existen situaciones bastantes extrañas, raras”, señala sobre lo ocurrido.

¿A qué situaciones raras se refiere?

-Cuando yo hice las investigaciones, trabajamos una cifra de 353,000 mil esterilizaciones, aproximadamente, y dieciocho muertes. Y lo que han dicho es que estas están dentro de los parámetros normales de una intervención quirúrgica.


Juana Ochoa Chira fue esterilizada el 29 de Octubre de 1996 en el Centro de Salud de Huaytará (Huancavelica).38 horas más tarde falleció a causa de la operación / Fotografía obtenida del documental “Nada Personal” realizado por el Comité de América Latina y El Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM).

Se refiere a las dieciocho muertes…

-Sí, es lo que han dicho. Falso. Primero, cuando uno interviene quirúrgicamente a una persona es para salvarle la vida. Uno no interviene para explorar qué es lo que está pasando allí. Estas personas que se han sometido a las esterilizaciones, con engaños, forzadamente, eran sanas. No tenía por qué haber ese riesgo. La intervención quirúrgica es para salvar vidas, no para mutilar órganos sanos ni para matar a nadie. Y como consecuencia se han producido esas dieciocho muertes, que son un delito. Se han dado situaciones indebidas, como realizar operaciones en carpas. Esto no responde a una situación idónea del quehacer médico.

¿Los llamados “festivales” (de esterilizaciones, que reporta en su informe) eran considerados ilegales?

-Yo diría que se han hecho en condiciones infrahumanas, no acordes con el quehacer médico. Un quirófano, una sala de operaciones es un ambiente libre de gérmenes, donde no hay bacterias. Eso permite reducir al máximo los posibles riesgos posoperatorios, porque cuando uno abre abdomen, allí están entrando los gérmenes. Una carpa no tiene esas condiciones. Estamos hablando de 353 mil mujeres y más de 24 mil varones vasectomizados.

¿Considera que ese podría ser un subregistro? Porque los casos ocurridos en las carpas y los festivales no se han tomado en cuenta para el conteo oficial.

-Desde luego, el Ministerio de Salud del Perú es uno de los ministerios que desafortunadamente tiene una pésima información estadística. Esos datos los hemos sacado de los informes de los ministros a Fujimori. A confesión de parte, relevo de prueba. Por eso hemos sacado de los 353 mil casos que ellos han informado a Palacio.

¿Cuál fue el contexto en que desarrolló su investigación? Se habló de muchas presiones.

-En primer lugar, yo soy ayacuchano, un católico común y silvestre. Y como huamanguino, como heredero wari, amamos nuestro terruño, nuestra cultura, nuestra historia. Tenemos un compromiso con nuestra realidad y nuestro futuro. Y en esas circunstancias [es] cuando uno ve que desafortunadamente se generan esterilizaciones masivas, compulsivas, engañosas, inhumanas, diría yo. Porque las esterilizaciones están bien para las veterinarias, pero no para el mundo médico y menos para las personas. Nos habíamos constituido en una federación médica que [además de Ayacucho] abarcaba Huancavelica y Andahuaylas. Los colegas de Huancavelica llegan disgustados, muy mortificados [porque decían:] “nos están presionando para hacer esterilizaciones y nos piden captar a tres personas, tres mujeres como cupo por mes”. Eso para los contratados, y los nombrados tenían que captar dos personas. Es decir, había una situación compulsiva. Y estos colegas me trajeron el documento. Y yo se lo entregué (en 1997) a una periodista (Julia Urrunaga) de El Comercio. Primero hicimos una conferencia de prensa local. Y eso rebotó. Allí empezamos. Es allí donde viene un congresista norteamericano, investigando esas cosas. Un día viernes me llamó para invitarme al día siguiente porque tenía mucha urgencia de conversar con mi persona. Vi que la cosa era seria y decidí viajar. Voy al aeropuerto y no me dejaron subir al avión. Regreso a mi domicilio y me comunico con el parlamentario norteamericano y le digo: “Señor, lamento no haber viajado porque no me permitieron abordar la nave”. Entonces este señor me suplica y me dice: “Por favor, véngase mañana. Yo lamentablemente tengo que viajar, pero voy a dejar a mi asistente para que converse con él.” Y así fue. Tuvimos una conversación larga de varias horas, en un lugar privado, con todo un equipo de gente. Es allí donde, luego de la contundencia y la categoría de las afirmaciones, me invitan a viajar a Washington para una conferencia con unos parlamentarios norteamericanos en el Capitolio (Febrero 1998). Y así fue. A mi retorno me sacaron del Hospital (Regional de Huamanga). Me despidieron.

Fotografía: Elías Navarro (La República)

¿Puede contarnos más detalles del momento en que ocurrió ese despido?

–Cuando suceden estas cosas, realmente uno se sentía en una situación de impotencia y de desconcierto. A este hospital entraban en camiones, traían a los campesinos y los tenían incluso en los pasadizos, en colchonetas. Ya no había camas. Yo soy un médico que defiende la vida. En esas circunstancias, logré entrevistarme con el Nuncio y le digo: “Está pasando esto. ¿Nadie tiene que decir nada? Son personas, son seres humanos”. Es ahí donde el Nuncio me contacta con Rafael Rey. Converso con él y, bueno, un poco que trató de pararse. A mi retorno de Estados Unidos es que me sacan (del Hospital Regional de Huamanga). El cuerpo médico del hospital a capa y espada me defendió, porque era justo y una cuestión principista. Y no solo me sacaron a mí, también a mi esposa, que es odontóloga.

¿Qué argumento le dieron para sacarlo?

–Dijeron que no había pedido los permisos respectivos para hacer el viaje, aunque yo sí lo había hecho. Desaparecieron los documentos, hicieron lo que quisieron. Eran los años de la impunidad. Eran tiempos dictatoriales en los que la institucionalidad no existía. Es más, desaparecían a las personas. Entonces, en un primer momento lo pensé y estuve a punto de acobardarme, porque con las cosas que se vivían en ese entonces, nadie era capaz de enfrentarlos. Teníamos la situación de Leonor La Rosa, el SIN y todo eso. Pero bajo esos antecedentes me pongo a pensar: “¿Y acaso esta tierra no va a tener hijos que tengan las hormonas y la capacidad de enfrentarlos? ¿Voy a ser cobarde?” Así que acepté (la invitación a Estados Unidos). Yo estaba preparado emocionalmente para este tipo de arbitrariedades y represalias. Así que, a mí retorno de Estados Unidos, asumí estas cosas. Luego vino la debacle de Fujimori y me invitaron a participar al Congreso de la República (en el año 2001) Es ahí donde empiezo investigaciones mucho más profundas. Citamos a los exministros, tuvimos acceso a los documentos, y dimos estas cifras.

Ahora que menciona a exministros, su comisión citó a Yong Motta, Costa Bauer y Alejandro Aguinaga. Pero también hubo un ministro en aquella época, Carlos Eduardo de Romaña García, que estuvo en el cargo de enero a abril de 1999. ¿Por qué no se le incluyó en la investigación?

–Porque fue fugaz, en todo caso, y el que tenía mayor responsabilidad y manejo era (Alejandro) Aguinaga. Él estaba sumamente comprometido, por eso se le citó. Fue el personaje que llevó adelante, compulsivamente, las esterilizaciones. Esto lo manejaban desde Palacio. Donde iba Fujimori, iba acompañado de todo un equipo, y los materiales (quirúrgicos) los manejaban ellos. Han sido políticas de Estado. Es más, Fujimori se reunió con los directores regionales de Salud, y precisamente en esas reuniones les dio las indicaciones de poner en marcha el tema de las esterilizaciones.

¿Esas reuniones fueron reconstruidas con testimonios o hubo también documentos?

–Los documentos prácticamente los desaparecieron, eran testimonios aislados, timoratos. Hasta ahora hay miedo, [los médicos] no quieren hablar. En privado comentan, dicen [cómo] fue esto y lo otro. Pero luego ya no.

¿Qué pasó con su investigación parlamentaria? ¿Quiénes lo apoyaron y quiénes no?

–Fue un lío enorme. Yo renuncio a la bancada del Partido Popular Cristiano (PPC) porque en ese entonces este partido tenía una alianza con Renovación Nacional (RN), donde estaba Rafael Rey. Y él fue uno de los que se opuso a que se tocara el tema de las esterilizaciones forzadas.
Y honestamente, debo decirlo, Rafael me comentó que él había sugerido [al régimen fujimorista de los 90] que Costa Bauer fuera ministro. Mi respuesta fue: “Mire, yo vengo a este congreso a trabajar y no a encubrir. No me parece mal que lo hayas propuesto, pero en todo caso las responsabilidades son individuales”.
Él no quería que se le tocara (a Costa Bauer). Yo ya tenía fecha y hora señalada para presentar el informe al pleno del Congreso, pero es ahí que, como bancada, se decide que no se toque el tema. Yo renuncio en protesta y por una situación de injusticia. Pero fui al Ministerio Público e hice la denuncia por genocidio. Porque, para mí, sí, fue un genocidio. Dijeron que era descabellado, tirado de los pelos, trataron de minimizar, pero las evidencias están allí. Y los delitos por genocidio no prescriben. Yo quise quedar en paz conmigo mismo, hice mi mayor y mi mejor esfuerzo.

Héctor Chávez Chuchón en el año 2002, cuando presidió la Comisión Congresal que investigó por primera vez el caso de las esterilizaciones forzadas / Foto: La República

¿Por qué le dijeron que no era genocidio?

–Porque decían que fueron hechos aislados, pocas cosas, y que no eran políticas de Estado. Pero sí eran políticas de Estado, está clarísimo.

¿Quiénes de su bancada lo apoyaron y quiénes no?

–Ya no lo tengo tan claro, mire cuánto tiempo ha pasado, casi veinte años.

¿Antero Flores-Aráoz?

–No estuvo en ese momento, pero después tuvo pronunciamientos favorables porque se discutiera en el pleno. Recibí un respaldo solidario de él.

¿Y Lourdes Flores?

–Ella estuvo en una posición de neutralidad. Pero quien estuvo decididamente con la determinación de que no se viera fue Rafael [Rey], y lo secundaba [José] Barba.

Una posición de neutralidad frente a un genocidio es algo muy fuerte…

–Sí, yo diría eso. Ella no opinaba ni a favor ni en contra. Decía que había que indagar más. Desde mi punto de vista, no tomaba partido, aunque en situaciones anteriores sí estuvo batallando por esto.

Usted en su informe reconstruye con detalle que hubo ayuda externa para este programa.

–Obviamente. Mire, en primer lugar, acá ha habido una mano de USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), que triangula a través de Naciones Unidas. Y Naciones Unidas tiene sus sedes en todo el mundo. Y en el Perú podemos hablar de Manuela Ramos, Flora Tristán, y muchas organizaciones feministas. Son cómplices. No entiendo a las feministas, que supuestamente [están por] la defensa de la mujer. Vamos a suponer que haya una situación obligada de tener que espaciar los nacimientos o impedir los nacimientos, si cabe el término. La mujer no puede tener más de un hijo en un año. Ya, [si tiene] mellizos, dos. Pero los varones, por nuestra naturaleza, podemos tener un hijo cada día. Si realmente la cosa es tan compulsiva y hay esa situación [necesaria] de hacer que no haya más nacimientos, a quién me dirijo: ¿a la mujer o al varón? Al varón, pues. Es lo sensato. Pero los varones no aceptamos, pues. Para ponerle una ampolla a un varón es muy complicado. A las mujeres sí, son más condescendientes, si cabe el término.

¿Lo ve como una política machista o una cuestión de fuerza? Porque, digamos que los hombres también podían ser engañados para someterlos al programa, si era la idea.

–Y ha pasado. A algunos varones les han dicho: “vas a tener sexo a rabiar, todo lo que puedas, si te esterilizas”. Han sido parte de las estrategias de cómo motivar a las personas. Precisamente cuando hablo de estos temas es donde se espantan.

¿Qué pasó cuando usted pone en conocimiento del congresista estadounidense y luego ante la subcomisión de ese Congreso el papel de la ayuda norteamericana al programa?

–Cuando conversé con ellos, lo que me plantearon fue que su gobierno estaba investigando. Y a partir del informe que hicieron, [el gobierno estadounidense] les quitó cien millones de dólares a estas ONG. Les cortaron [el financiamiento]. Entonces, ¿qué no han hecho nada? Sí, han hecho algo. Les cortaron (el financiamiento). Una de las condiciones que les puse a estos representantes norteamericanos fue: “Miren, acepto correrme todos estos riesgos con el propósito de que esto pare”. Y uno me contestó: “Si ustedes no nos ayudan a parar esto, ¿qué podemos hacer nosotros?”. También para ellos son temas de Estado. Obviamente el control de la natalidad en el mundo, y el matrimonio homosexual, son temas que nos ponen a través de las Naciones Unidas. [El fin de todo eso] es mantener la hegemonía geopolítica y económica, y tratar de que esas cosas sigan inalterables en favor de estas potencias del mundo.

En el Perú fue la única investigación en el Congreso y la Fiscalía por el cargo de genocidio y la archivaron. Y todos los procesos que se reabrieron luego fueron por el concepto de crímenes de lesa humanidad. ¿Por qué nadie siguió enfocándose en el tema de genocidio?

–Desde mi punto de vista es por cobardía, porque la palabra genocidio es muy fuerte. Pero de que existió un genocidio, sí, ha existido. ¿Hubo política de Estado? Sí. Y acá tienen que ver Naciones Unidas también. ¿Y quién se atreve a tocar a estos poderosos del mundo?

Conclusión de la denuncia constitucional 151 (9 agosto 2002), presentada por el entonces congresista Héctor Chávez Chuchón.

¿Usted guarda un archivo personal de lo que investigó?

-Desgraciadamente, he sufrido robos. Se han perdido muchas cosas. Pero presenté más de dos mil folios al archivo del Congreso de la República y otros tantos al Ministerio Público. Entonces, allí están. Como digo el tema no es venganza, el tema es justicia, tratar de que esas cosas nunca más se repitan. Es tratar de crear una sociedad más sana, más fraterna, ese es el ánimo.

¿En los anexos de su informe hay historias específicas de víctimas?

-Claro, tenemos el caso de una enfermera en Huancavelica, que, al no poder esterilizar pacientes, y para no perder el trabajo, ella misma se esterilizó. ¿Cómo le llamamos a eso? Yo me contacté con esa persona y la invité. [La congresista] Dora Núñez la entrevistó. Ha sido una cosa brutal, muy lesiva. Hubo situaciones horripilantes, un desprecio por el ser humano.

Estos casos entran en el contexto del conflicto armado. Teniendo en cuenta que Ayacucho estaba bajo control militar, ¿hubo alguna evidencia que involucrara al Ejército en este tema?

-Yo pienso que el Ejército en esto ha estado al margen. Ellos tenían otro tipo de combates. Pero en temas de las esterilizaciones, al menos que yo sepa, no. En todo caso se sabría. Yo creo que no.

¿Mejoró la situación económica de las familias con el programa de esterilizaciones, como argumentaba el discurso oficial?

-No, estas personas se volvieron más pobres. Les decían: “Tu calidad de vida va a mejorar. Tus ingresos económicos van a mejorar”. Mentira, al contrario. Para una población rural, campesina, indígena y con un marcado analfabetismo; su recurso, su seguridad social, son sus hijos, y por eso tienen varios hijos. Primero como mano de obra, de apoyo, y cuando están viejos son los hijos que en nuestra cultura se desviven para tratar de darle alguna calidad de vida a sus padres. Así tienen más bastones donde apoyarse. Entonces, esto sencillamente nos ha deteriorado, nos ha lesionado. Ha dañado el tejido social. Y el Estado tiene que resarcir.  Particularmente pienso que ese resarcimiento tiene que venir por el lado de retribuciones económicas a las familias afectadas, y también como sociedad.

En un párrafo de su investigación se lee: “Al promediar el año 1995 las metas de población se habían cumplido, aunque al parecer de modo insuficiente para las expectativas y/o proyectos del gobernante de entonces”. ¿Por qué Fujimori hizo lo que hizo? ¿Tuvo que ver la presión del extranjero?

-Desde luego. Precisamente ahí está el Memorando 200, en el informe Kissinger. [Los estadounidenses] hacen su análisis FODA [de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas] y dicen: ¿Los Estados Unidos qué es hoy en día? Es la primera potencia del mundo. ¿Y por qué somos primera potencia? Por nuestra capacidad económica. ¿Cuáles son nuestras amenazas? Que tenemos una población cada vez más vieja. ¿Y qué tenemos que hacer? Controlar la población del resto del mundo. Sobre todo, en los países más grandes. Sus gobiernos corruptos van a venir a nosotros a solicitarnos un préstamo. Entonces, para darles el préstamo, lo vamos a condicionar que controlen la población de su país. Recuerden que con Alan García fuimos un país inelegible. Fujimori, para volver a ser parte del Fondo Monetario Internacional, fue una de las cosas que ha tenido que aceptar.

¿De dónde parte esta lectura que usted hace?

-Bueno, yo soy médico. Somos los que más estudiamos. Entonces uno tiene que saber ubicar en qué contexto está. El contexto internacional o el contexto nacional. Y cuáles son los objetivos y los propósitos que tiene como ciudadano, como peruano. Ayacuchano en este caso.

En otro párrafo de su informe se lee: “CLADEM [Comité de América Latina y El Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer] ha observado discriminación por género, por diferencias económica, por origen, condición racial, étnica, lingüística. Igualmente se ha encontrado evidencias de abuso sobre grupos específicos. Población con discapacidades como enfermedades pulmonares”.

-El Perú tiene una alta incidencia de tuberculosis. Y en ese tiempo mucho más. La tuberculosis es la pobreza. ¿Por qué nos da tuberculosis? Porque estamos desnutridos, mal alimentados. Ayacucho ahorita tiene el 52 % de anemia. Imagínese. Es vergonzante. Entonces son personas que crecen ya con problemas de salud. Una gestante desnutrida, obviamente va a traer un bebé desnutrido. Con bajas defensas, y eso va a hacer que sencillamente se enferme. Y si no se muere va a tener muchas deficiencias. Entonces apuntan a eso. Es como los nazis. Los nazis son los que han querido esterilizar a otros grupos humanos.

El exprocurador Antonio Maldonado coincide con su tesis de que puede sustentar el tema de genocidio con los precedentes latinoamericanos.

-Yo particularmente tengo un buen concepto del doctor Maldonado. Me parece un jurista ilustrado, conocedor y objetivo. Obviamente soy médico, no soy abogado. Para enfocar esta situación [entré] en conversación con muchos juristas. Soy un convencido de que esto fue un genocidio. A mí no me van a venir con situaciones falaces. A confesión de parte, relevo de prueba: allí están los ministros informando a palacio cuántas esterilizaciones han hecho anualmente. Eran políticas de Estado.

¿Por qué cree que el caso no fue abordado en el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR)?

-Por falta de voluntad. Y obviamente, cuando se trata el tema de la USAID o Naciones Unidas, se espantan: “qué horror, cómo se van a tocar esos temas”. Pero está demostrado.

Las víctimas presentan un patrón: hasta la actualidad sienten dolores de cabeza, están más cansadas. ¿A qué se debe esto?

-Las esterilizaciones son irreversibles. Aparte de tener un daño físico corporal, también hay un daño emocional. Porque los seres humanos no solamente somos órganos y sistemas. Somos la parte afectiva, la parte psíquica. En nuestra cultura andina la mujer se compara mucho con la tierra. La tierra es fértil, da vida. Y cuando eso no sucede sencillamente se sienten como la tierra muerta. Y eso tiene repercusiones antropológicas, psicosomáticas, psicológicas, psiquiátricas, en fin. Hay un daño emocional irreversible. Ni siquiera los psicólogos pueden corregir estas cosas.

¿Entrevistó a víctimas en Puno, donde se hizo el programa piloto?

-Estando en la Comisión el Congreso todo el tiempo he sido hostilizado. Todo el tiempo. No fue un trabajo con la tranquilidad que uno quisiera. Y también ha sido muy breve el tiempo. Me hubiera gustado viajar por todos lados del Perú. Pero no, solamente tuve que priorizar las partes más resaltantes […]. Imagínense, son 365 mil personas y tener que ir establecimiento por establecimiento. Y, sobre todo, en esos lugares donde se han hecho los festivales. Es complicado. Por ejemplo, yo recuerdo que en una oportunidad Fujimori visitó Huanca Sancos. Y con la visita de Fujimori también hicieron esterilizaciones.

¿El mismo día de la visita?

Así es.

¿Durante su investigación, escuchó casos de muerte más allá de las dieciocho?

-Documentadamente no, pero sí comentaban, Y si no hay documentos, es difícil demostrar. Decían que a consecuencia de haber sido esterilizadas quedaron mal heridas, se complicaban sus heridas, y se morían. He tratado de llegar a los documentos, pero no hay. Por eso digo que el Ministerio de Salud estadísticamente no lleva bien [los casos].

¿Y cuál fue el papel de la Iglesia durante su investigación?

-No hubo un apoyo decidido. Acá en Huamanga, la que sí decididamente apoyó fue la madre Covadonga, una monjita. Pero la élite del clero, no. Se mantuvieron poco expectantes, lejanos.

Según su investigación, ¿cómo se prueba que la cadena de mando empezaba por Alberto Fujimori y sus ministros de salud?

-Porque es raro que un presidente de la República se reúna con funcionarios de mando medio y bajo, porque ha habido esas reuniones, y allí se han dado directivas específicas a los directores regionales de salud (1996 – 1998). Allí están los testimonios. ¿Qué objetivo tenían?

¿Se refiere a las reuniones de Ancón y Paracas?

-Sí, y a otras más. Me parece que se reunieron en Piura también. No recuerdo bien. Pero hubo varias reuniones. Y sus indicaciones eran básicamente el tema de las esterilizaciones: cómo van, las metas, las exigencias. Aparte de eso, todos estos instrumentales médicos los manejaban desde Palacio, y los ministros estaban informando constantemente de cuántas esterilizaciones iban.

¿Usted nunca ha dudado, ni siquiera después de tanto tiempo, de que este fue un caso de genocidio?

No. Yo soy un convencido de esto. Lo sigo sosteniendo. Y creo que los hechos nos están dando la razón.

¿Es cierto que el actual congresista fujimorista Luis Galarreta fue su asesor durante la época que investigó las esterilizaciones?

-Efectivamente, tuve un pool de asesores y entre ellos estaba Luis Galarreta.

El parlamentario fujimorista Luis Galarreta formó parte de la Comisión Congresal que investigó las esterilizaciones, la cual concluyó que fueron un delito de Genocidio / Foto: La República

¿Qué tipo de trabajo hizo específicamente?

-Se hizo un trabajo multidisciplinario, bastante complicado, y es ahí donde Lucho fue uno de nuestros colaboradores en este punto.

¿Qué opinaba Galarreta sobre las esterilizaciones en ese momento?

-Obviamente había una unidad de criterio y pensamiento, por lo cual se le ha contratado en ese entonces.

¿Ha vuelto a conversar con él después de que terminó su investigación?

-No. Pero en algún momento sí le comenté que estaba pensando hacer un libro sobre este tema.

¿Cuándo le comentó eso?

-Cuando él estaba como Presidente del Congreso (2017).

¿Le dijo si su posición es que él ya no cree en el tema, digamos, como creía en ese momento?

-No tocamos el asunto, pero en lo que a mí respecta, soy un convencido de que aquí hubo un genocidio, y es importante que la historia del país lo conozca.

Finalmente, hace unos días se presentó la denuncia fiscal contra Fujimori y sus ministros por el caso. ¿Qué sensación le produjo la noticia?

-Como ciudadano siento satisfacción. Como excongresista, pienso que valió la pena la lucha tan desigual por mi pueblo, por mi gente humilde, y por mi patria. El esfuerzo y sacrificio desplegado valió la pena, puesto que espero justicia y no venganza.

2019-01-22T21:06:47+00:00